Frase del Mes

"Recordatorio por Gabriel Garavito,
D.E.P. 23-10-2009;
Espéranos dónde te encuentres..."

miércoles, 28 de octubre de 2009

Día 23 - Ó ¿Qué he hecho yo?

Como había pronosticado, no dormí muy bien aquella noche. El sentimiento de angustia que me atenazaba (¿desde cuándo utilizo yo "atenazar"...?) desde el día anterior no me había abandonado. Y, la verdad, es un sufrimiento que sólo deseo a mi hermana y al cabrón que no paraba de repetirme la dichosa palabra en el colegio. Me levanté de la cama y miré al reloj: las 7:30 am. Además de una noche movidita, iba a tener un dia muy largo...

No abrí la puerta. Oía los gritos de mi madre a mi hermana. Al parecer, buscando el bolso, había encontrado el "regalito" que le había dejado a mi hermanita... Un rayo de luz en un mar de tinieblas; al menos me divertiría un rato mientras esperaba a que se fuesen. No tardaron mucho, y entre gritos de "seras guarra" de mi madre y las lamentaciones tipo "no es mío, creeme mamá", oí el tan esperado portazo.

Salí del cuarto y observé que mi hermano no estaba en su habitación. Habría empalmado, supuse. Me dirigí a la cocina y encendí la tele. No había nada mejor , así que dejé la enésima repetición de un capítulo de Bola de Dragon mientras cogía los cereales del Mercadona (últimamente, según mi madre por la crisis, Hacendado era la única marca reconocible en la casa). Una vez preparado mi desayuno equilibrado consistente en un tazón de cereales Hacendado, antes mencionados, con leche y un vaso de zumo de piña (también Hacendado, que os creíais), me senté a la mesa y disfrute de la temporal paz que me invadía (no sé vosotros, pero el hecho de estar comiendo en soledad en una casa completamente vacía es una de las cosas que más me tranquilizan...). Por desgracia, gracias a mi paranoica mente, me fijé en la caja de los cereales. Azul, tuvo que ser azul... De nuevo la angustia...

A las 2:43 pm terminé de comer y recibí un mensaje de texto. Era de Clara. Me decía que, como buen viernes, irían a hacer botellón, pero que esta vez no era en el "bucólico" parque del barrio, si no cerca del campus de la universidad. Además, me invitaba, cito textualmente, a "programar y organizar la actividad en mi casa" (claro queda que era en SU casa, por si acaso alguno...). A las 4:30 partí yo, raudo y veloz, es decir, más caliente que un semental en un establo lleno de yeguas, hacia la casa de Clara. Muy rápido iba yo... Como es lógico y normal pensarlo, su padre llegaba justo a las 5... Así que , bueno, programamos y organizamos la actividad. Clara convenció a su padre para que pudiese dormir aquella noche en la casa de su primo (mayor de edad y según el organigrama, el dueño del vehículo de transporte). Yo ni amagué el llamar a casa, total, no creo que nadie repararía en que no llegaría a casa aquella noche... Llamamos a los demás y, exceptuando Carlos (no se sentía con ganas el chaval), acordamos la hora.

A las 10 pm el primo de Clara nos recogió a los cuatro y nos llevó a su casa. Desde allí iríamos al campus pues quedaba cerca y, de paso, nos aprenderíamos el camino para la vuelta. Antes de salir, le confió a Clara la copia de las llaves del piso.

Una vez en el recinto donde tendría lugar el macrobotellón (más bien, tenía lugar el macrobotellón) nos separamos. Lo bueno de este tipo de fiestas, sobre todo para las personas normales con unos cuantos amigos, es que te vas encontrando con gente que conoces mientras bebes y caminas. Así pues, nos encontramos con mil y una amigas de Clara y Marta (algunas de ellas bastante sugerentes) y con algún que otro amigo porreta de Miguel (que, por cierto, ya iba bastante colocado).

La noche estaba yendo bastante bien, ¡Qué coño!¡Me estaba hasta divirtiendo! Incluso Clara me dijo que su primo nos había reservado una cama de matrimonio... Y, como no, y hasta aquí supongo que todos os lo habríais imaginado, con todo yendo tan bien, tan bonito, tuvo que pasar lo que tuvo que pasar. No lo ví venir siquiera, sólo senti como la botella impactaba en mi espalda. Caí al suelo, con un dolor intenso. Por suerte, la botella no se había roto al golpear mi espalda, pero al caer había tirado una serie de botellas que había en el suelo. Al dueño de las susodichas le importó bastante poco mi estado y me propino un puñetazo bastante acertado en la cara. Esto provocó que los que estaban alrededor (amigos de Miguel la mayoría), se liaran a golpes con el grupo del dueño de las botellas. Clara, Marta y Miguel me consiguieron sacar de alli y nos fuimos lo más rápido que pudimos del lugar. Durante la huida me fijé en una persona que estaba a unos 20 metros del lugar de la trifulca, andando tranquilamente en dirección contraria con lo que parecían sus amigos. Él me miraba y sonreía mientras señalaba a una botella de Cruzcampo de plástico medio llena. Entonces me dí cuenta de quién era: el tipo de "Azul". No sé que coño le pasaba conmigo, pero aquel chaval tenía instintos psicópatas muy alarmantes...

Al llegar a la casa del primo de Clara, me tumbé en el sofá mientras Clara y Miguel me examinaban. Salvando que sentía un intenso dolor en la espalda y me sangraba una encía, no estaba herido de gravedad. Marta, que hasta entonces estaba al borde del llanto, se relajó. Miguel recibió un mensaje: "Ns ems okpdo dl glplls, Mrks a pnxdo a n par, l psma a llgdo xro n a exo nda". Por lo visto el Marcos ese (que cuerdo no era el atributo que lo definía) había sacado una navaja y se había liado a pichazos, con lo que el bando contrario se había retirado rápidamente.

Tras coñocer la actualidad del macrobotellón decidimos terminar la fiesta en la casa (no eran ni las 4 de la mañana) y Clara sacó tequila y 4 vasos de chupito, junto al limón y la sal. Por desgracia, al cabo de una hora, Clara acabó vomitando y se durmió en el acto. La llevé a la habitación y la metí en la cama. Estaba bastante caliente, pero no soy un pervertido sexual, además, no quería que en mi primera vez ella estuviese borracha y, menos, dormida... Volví al salón y comprobé que Marta se había dormido en el sofá, Miguel sacó dos porros y me pasó uno, "para el dolor" dijo riéndose. Nos tumbamos en el suelo y vimos la Teletienda...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Día 22 - Ó asquerosos presentimientos

Viernes por la mañana, las 11:30 am para ser exactos. Mi madre ya se ha ido a trabajar y mi hermana, al colegio. Me levanté de la cama y miré por la ventana para observar el brillante sol que me saludaba. Como ya era costumbre, al llegar a la cocina encontré a mi hermano preparándose el clásico batido hecho con huevo crudo, platano y demás ingredientes que, dicen, ayuda a calmar los efectos de la resaca. Mientras aludía al incidente del martes (haciendo incapié en mi invalidez psíquica) me tendió la jarra de la batidora para que hiciera de catador. No era la primera vez que lo hacía y no creía que aquella receta fuese mejor que las anteriores pero no tenía elección. Por suerte, ésta sabía a plátano azucarado, aunque con el primer sorbo ya empecé a sentir indigestión. Asentí y mi hermano se alejó en dirección al salón.

Desués del episodio matinal me duché y vestí y fui a buscar 10€ olvidados en algún bolso de mi madre para recargar el móvil (Clara me había hecho agotar todo el saldo, que me solía durar meses...). Encontré el bolso en la habitación de mi hermana, junto a un aparato de autosatisfacción rosa (estos detalles ya no conseguían sorprenderme... hay de mí...), saqué todo el dinero que había dentro (25'60€), dejando el bolso exactamente en el mismo lugar, aunque el "instrumento" un poco más a la vista (para vengarme un "poquito" de mi hermana).

Una vez de vuelta en casa y habiendo recargado ya el teléfono, cuál fue mi sorpresa al encontar a mi padre en mitad del salón. Nos saludamos y, a la vez que buscaba los billetes de su nuevo viaje (solo hacía escala en Madrid durante unas horas), nos comentó lo bonito que era Italia y lo estresado que estaba por el viaje tan seguido a Noruega que debía hacer. Lo que más nos alucinó a mi hermano y a mí fue el hecho de que nos regalase algo (aunque fuera un cutre llavero y sólo lo hiciese para intentar evitar que viésemos cómo guardaba en la maleta una caja de preservativos). Se despidió y salió por la puerta.

No podía creerlo, ¡un regalo de mi padre! Aún así había algo que no me gustaba del llavero. Sí, era el típico llavero de aeropuerto, pero el color... tenía que ser azul. Decidí olvidarlo, aunque seguí notando una especie de sombra ciñiendose sobre mi persona (qué poético me ha quedado...).

Por la tarde, quedé con Clara y los demás. Carlos ya se había recuperado, dentro de lo posible, de su desgracia familiar,aunque se lo veía apesumbrado. Fuimos a un bar a jugar al billar para intentar animar a Carlos. Respecto a Miguel, no quise entrar en problemas y callé. Eso sí, al menos tuvo la decencia de disculparse, aunque veía la situación vivida un tanto cómica (y todavía no iba colocado). Clara, por su parte, insinuaba insistentemente que a ver cuándo terminábamos lo empezado... Y yo seguía con el presentimiento aquel que no conseguía borrar de la cabeza.

El día pasó sin pena alguna, aunque seguía angustiado y me sentía un poco, ¿cómo decirlo?, gilipollas (perdonad la grosería), por haberme obsesionado tanto por un llavero azul barato. Aquella iba a ser una noche muy larga.